El proceso creativo es mucho más fructífero cuando las cabezas que piensan son dos en vez de una, cuando los corazones que sienten se multiplican y abren a las sensaciones del mundo, dejándose llevar por los sentidos, atraídos por la vida etérea y complicada que se abre camino a través de brumas, esponjas, nubes y tormentas.
Es escribir una palabra, una frase, una rima, es dejar una huella en el aire, en el mar, en el viento. Penetrar en cada neurona, carcomer los sentidos, hacer tuya la experiencia humana, saborear el saber, el conocimiento, sentir la sed de más.
De no quedarse en el molde, de no perderse en la niebla, de no abstraerse en la desesperación de los lamentos, de no arrepentirse de nada.
El proceso creativo se abre al mundo como flor de sakura en la época primaveral, cual capullo de rosa florece dejando la inocencia en las espinas, tomando el aire y el rocío y transformándolo en la vida misma, en ese sentimiento de poder, de querer, de existir.
El proceso creativo es salir a bailar con potencia, sentir con ilusión, electrizar tu cuerpo con energía renovable, que no se te acabe el deseo, la pasión, el amor y la sonrisa.
Tus manos son las actoras de este proceso creativo, respondiendo a señales que tu mente envía, que tu corazón siente, que tus hormonas controlan, que tus músculos dirigen.
Siente como caminas por el viento, como amas a la luz del sol, como las estrellas marcan tu camino y como tu cuerpo acompaña el proceso creativo del mundo.